sábado, 28 de febrero de 2009

La Pasion Tripera, nuevamente a pleno ...

Casi veinte mil triperos vibraron ayer con una nueva victoria del equipo de Leo Madelón.

Hacer un análisis racional y meticuloso sobre un hecho que no lo es sería caer, casi inevitablemente, en la irracionalidad misma. Convertirse en un explorador de mentes ajenas y navegar, con más hipótesis inconclusas que certezas, en la vaguedad de la ignorancia. Así se atiende la expresión del pueblo albiazul, así se persigue el por qué de tanta fieldad y, para los ajenos a su mundo, no tiene explicación.Ayer la mentada 22 que transformara en mito al desaparecido Marcelo Amuchástegui, el Loco Fierro, volvió a dar, como cada fin de semana, una muestra de amor e incondicionalidad que erizó la piel a muchos, e hizo refregar los ojos a otros cuantos.El festival de cantos y banderas, de mezquindades y vanidades, de impulsos de rabia y agradecimientos eternos se dio cita en el Juan Carlos Zerillo que no para de resoplar, que no deja de bancar con hierros y tablones, una pasión que desborda, que se abarrota en cada presentación del conjunto tripero y no deja margen para la duda: juegue como juegue, donde juegue y contra quien se enfrente, el amor de los hinchas para la divisa albiazul no sabe de fronteras ni rencores, sólo de aliento, pasión y entrega.En una tarde soleada con más de 30º en el panorámico Bosque platense, al hincha tripero nada le importó. Con el afán de empujar a su equipo a la victoria alabó cada revolcón con una sonata de aplausos, festejó cada buena intervención con sonrisas y gritos que retumbaron y aún retumban en todas las esquinas de la ciudad y la felicidad, esa que produce al principio hormigueo estomacal y luego pasión, desahogo y virulenta expresión de los sentidos, volvió a decir presente.Una expresión que ya es recurrente en cada cotejo que el Lobo juega de local, una realidad que aviva al más chico y que enamora al desprevenido, al lejano, a ese que ronda el fútbol pero nunca se introduce hasta conocer este fenómeno social.Porque pertenecer a la hinchada tripera parece ser un hecho social, una realidad urbana. Impregnarse de sus colores, de sus cánticos y de la ceremonia que significa seguir al Lobo aparece como una de las premisas más importantes para media ciudad, y así lo demostraron ayer contra Independiente.Gorros, banderas y vinchas fueron el fiel reflejo material de todo lo que pasa por la sangre albiazul, de todo lo que el corazón de un tripero siente y que lo expresa como es su costumbre, alentando pase lo que pase.Si Gimnasia salió o no campeón en el profesionalismo al hincha no le importa, sólo alentar. Encabezar la caravana para pintar el destino de azul y blanco y amontonarse en un rincón, o en donde sea, para emitir el calor que desborda la piel, el sentimiento. El Lobo pelea el descenso y el hincha se sabe fundamental en este presente, por lo que va, grita, se desangra y muestra, con orgullo, que la unión hace a la fuerza.Hacer un análisis racional y meticuloso sobre un hecho que no lo es sería caer, casi inevitablemente, en la irracionalidad misma, por lo que estas líneas llegan a su fin y, el pueblo tripero, sigue en la suya y no quiere que nadie lo moleste